Algunos de los lectores, aquellos con una formación básica en Química o Bioquímica, estarán familiarizados con el concepto de ‘energía de activación’. Introducido en el siglo XIX por el químico sueco Svante Arrhenius, se define como la energía mínima necesaria para que una reacción química tenga lugar. Puede entenderse como la ‘altura’ de una ‘barrera’ que las moléculas de reactivos deben ‘saltar’ para convertirse en los productos de la reacción. A fin de que una reacción química tenga lugar a una velocidad apreciable, es necesario superar esa barrera. El lector interesado puede consultar el artículo que sobre este tema ofrece la Wikipedia.
Aunque a primera vista el concepto parezca ajeno a la temática de este blog, lo cierto es que permite ilustrar muy bien un hecho que escapa a menudo del entendimiento de muchos emprendedores. Lo resumiré en una frase, que denominaré el Principio Gior [¿Alguno se acuerda del pegadizo slogan del anuncio de este detergente líquido?] del Emprendizaje: no produce el mismo efecto inyectar en tu start-up 500.000 euros de una vez que 50.000 en diez pagos diferidos en el tiempo. De hecho, según el proyecto de que se trate, optar por repartir la inversión en dos, tres, etc, años, puede tener el mismo resultado final que meterle fuego a todo ese dinero. En otras palabras, un poco de «pasta», no siempre basta.
No puedo aportar evidencias experimentales y/o científicas para respaldar esta afirmación [no he hecho los deberes de investigación requeridos], pero la experiencia de muchos inversores profesionales apunta a que todo negocio tiene su propia «barrera de potencial» o «energía de activación», medida como inversión inicial, que debe ser «superada» a fin de que el negocio comience a generar ingresos a una tasa satisfactoria. Si esa barrera inicial no es superada, el negocio puede muy bien arrastrarse durante años sin llegar a despegar nunca.
Algunos profesionales del capital riesgo llaman, sin ninguna delicadeza, ‘living deads’ a aquellas start-ups que prolongan su existencia durante años en condiciones lamentables, a menudo sin generar ingresos en cantidad suficiente para pagar regularmente un salario mínimo al equipo emprendedor, que se ve forzado a solicitar dinero a familiares y/o amigos, préstamos personales a la banca y/o a avalar con sus bienes las operaciones de la empresa. En mi opinión, la segunda causa de ‘zombificación’ de una start-up es empezar con menos dinero del que necesitarían para construir un sistema que permita generar dinero a buen ritmo [la primera causa ya la comentamos hace unas semanas: intentar vender un producto para el que no hay mercado].
Así pues, la primera lección de esta entrada es que hay que tener claro cuál es tu ‘energía de activación’, o cantidad mínima de dinero que necesitas para que tu negocio comience a generar ingresos ‘a buen ritmo’. Esto NO es el break-even, estoy hablando de un punto anterior a eso, en el que el negocio ya ‘funciona’, aunque tal vez no se haya salido todavía de los números rojos. A menudo no es fácil calcular esta cifra, especialmente cuando hablamos de una empresa innovadora, así que la moraleja a aplicar es «más vale que sobre, que no que falte»: multiplicad por dos o por tres vuestras estimaciones iniciales.
Continuando con la analogía, hay determinados productos, denominados catalizadores, que hacen posible que la reacción tenga lugar en condiciones más favorables [ej, a temperatura ambiente] al disminuir la ‘altura’ de la ‘barrera’ de potencial. El catalizador disminuye el tiempo requerido para que se forme el producto de la reacción. En otras palabras, aumenta la velocidad de la misma, con la particularidad de que no se consume en el proceso. Pequeñas cantidades de catalizador pueden acelerar la reacción de grandes cantidades de producto.
En el mundo del emprendizaje también existen ‘catalizadores’. Es en parte el papel que juegan los mejores inversores: el business angel comprometido con el proyecto, que pone a disposición del equipo emprendedor su experiencia y, a menudo más importante, su red de contactos; la empresa de capital semilla que aporta una gestión profesional [y contactos]; la ‘incubadora’ de negocios que proporciona servicios básicos a un coste asumible, además de un ambiente estimulante, acceso preferente a inversores y otras muchas ventajas a las empresas que alberga. Ayudan al equipo a llegar en el menor tiempo posible a ese punto de «velocidad de crucero» de generación de ingresos.
Así que podríamos decir que esta es la segunda lección: si no dispones del dinero que necesitas cuando lo necesitas, búscate un catalizador.
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